jueves, 15 de febrero de 2018

Reencuentro con Zoe



Es un Viernes por la mañana, es la ultima semana del año y el frio de invierno que normalmente me hace aferrarme a las cobijas como a la vida misma no tiene efecto esta vez, me levanto más temprano que de costumbre y en vez de correr como desesperado a bañarme, planchar ropa y salir huyendo a toda prisa hacia el trabajo me lo tomo con calma. Es un día laboral pero mi plan es diferente al resto de las abejas obreras que van en enjambres hacia sus oficinas/colmenas.

No, este día tengo mis maletas listas y mis ánimos al 100%, este día tomo un avión por fin a ver a mi familia después de 5 meses de trabajo mercenario. Cinco meses lucrativos, pero donde mi único contacto con mis mujeres era el Skype, la cámara y micrófono de mi laptop a la hora usual saliendo del trabajo. Cinco meses que parecieron varios años.

Ya en vuelo, en mi asiento con ventana hacia el océano pacifico y la vista es espectacular, un atardecer semi-nublado debajo de nosotros las nubes como montañas de nieve pintadas de rojo, rosa y naranja por el sol del atardecer, la costa visible entre una ventana en las nubes. Realmente pensé "esto es lo mas hermoso que he visto o veré en mucho tiempo".

Ya en mi tierra, bajo del avión, recojo maletas y al salir hago una parada obligada a "tirar el agua" después de un vuelo de 4 horas. Mientras me lavo las manos escucho a lo lejos una voz familiar

Z: "Papa! Donde esta papa!?"

Mi cara dibuja una sonrisa, apuro el paso para salir... apenas voy asomando la cara y veo a mi esposa y mi niña, tengo el siguiente pensamiento "No... ESTO es lo mas hermoso que he visto en mucho tiempo"

Mi niña hace una pequeña pausa y luego sale disparada, impulsada mas por la emoción que por medios físicos, sus piernas no alcanzan la velocidad que demanda su corazón, va trastabillando pero persevera y al fin llega a donde estoy, la abrazo con ternura pero me sobrecoge su ímpetu... ella me abraza con todas sus fuerzas, literalmente con todo lo que tiene con brazos y piernas tan así que en ese momento no habría fuerza humana que la pudiera remover de mi lado.

Después de un rato sus brazos me sueltan un poco... pero tan solo para separarse de mi lo suficiente para ver mi cara, soltarse a reír y volverme a abrazar. La vida, creo yo se trata de esos momentos, esos que quedan en el alma y al menos por mi parte es algo que no podre olvidar. Zoe crecerá y algún día ya no dependerá de mi compañía.

Sin embargo, debo admitir que esta es la primera vez que alguien me recibe con tanta dicha, de una forma tan efusiva, tan obvia y marcada. Se siente muy bien pero a la vez me hace recordar la gran responsabilidad que tengo como padre de esta maravillosa personita para la cual al menos en este momento soy lo máximo.


1 comentario:

marko dijo...

Y en ese momento volvemos a nacer, a sentir con todas las visceras lo que es el amor sin miedo, sin titubeos, recordamos como amabamos a nuestros padres y ahora lo sentimos y tomamos una nueva lección como padres, REAPRENDIENDO A AMAR 101.

Hermoso post.